Soy de las que opina que la creatividad se dispara en situaciones de estrés. Cuando efectivamente tienes la necesidad de sacar un proyecto adelante, necesitas buscar los medios para llevarlo a cabo de la manera que sea.

Hacía unos meses que dejé de lado pintar sobre cubierta (sobre una pieza ya esmaltada) pero el personaje Elaia, nacido desde el trabajo confinado, ha hecho que retome esta técnica y lo cierto es que me gusta el resultado.

En cuanto vi al personaje sobre una pieza de porcelana, ya no podía parar y al poco tiempo, me encontré con la mesa repleta de Elaias y una vajilla de porcelana de 18 piezas lista. A veces la inspiración llega así y hay que pillarla al vuelo porque ¿quién sabe cuándo volverá a aparecer?

En general soy bastante crítica con mis trabajos y suelo adoptar una técnica que no me falla; cuando creo algo nuevo, generalmente estoy entusiasmada y pienso que es absolutamente genial. Imagino que es el resultado de esa euforia que te proporciona crear, una sensación de plenitud que no se puede comparar con nada más. Pero mi alma de artista también tiene una parte de racional (puede que sea porque en mis inicios me empeñé en sacarme la carrera de derecho y siempre queda algo de sensatez) así que, cuando acabo una obra, pieza… la dejo reposar un día. Durante 24h, no la miro. La guardo lo más que puedo porque la tentación a veces es irresistible. Pasado ese día, la miro de nuevo. Si me sigue gustando, la pongo a la venta o la incorporo a una exposición.

La vajilla Elaia estuvo retenida y cubierta con una sábana durante una semana (me gustaba muchísimo y decidí ampliar el plazo para no ser tan subjetiva) y por fin, he decidido sacarla a la luz. Tengo que confesar que cuanto más tiempo pasa, más me gusta. ¡Prueba superada!

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